QUE VOCES SÍ QUEREMOS SILENCIAR
- Pau Morandi
- 20 sept 2020
- 5 Min. de lectura
Actualizado: 23 sept 2020
Reino Unido, junio de 2016: con el 51,9% de los votos, vence la idea de Brexit sobre salida del Reino Unido de la Unión Europea. Julio de 2019: Boris Johnson asume como Primer Ministro y dos meses después suspende temporalmente la actividad en el Parlamento Británico. Estados Unidos, noviembre de 2016: Donald Trump es electo presidente. A menos de un mes de asumir su cargo, anuncia su plan para construir un muro en la frontera de Estados Unidos con México. Alemania, septiembre de 2017: el partido de extrema derecha Alternativa para Alemania (AfD) es electo con más del 13% de los votos consiguiendo así 89 bancas en el parlamento. Francia, abril de 2017: Marine Le Pen con el partido Frente Nacional llega al ballotage en las elecciones presenciales. Hungría, abril de 2018: el partido Fidesz-Unión Cívica Húngara vuele a ganar las elecciones con el 49,3% de los votos, asegurando la tercera reelección de Viktor Orban como primer ministro. Brasil, octubre de 2018: Jair Bolsonaro gana las elecciones en la segunda vuelta con el 55,1% de los votos convirtiéndose así en presidente. Bolivia, noviembre de 2019: se produce un golpe de estado. La lista sigue.
Distribución de la Riqueza Global
A partir de 1970 comienza un proceso de globalización que se profundizará hasta la actualidad y tendrá grandes consecuencias tanto económicas como políticas y sociales. En este periodo se produce una redistribución de la riqueza, que tiene dos efectos principales a tener en cuenta: por un lado, una significativa mejora en los ingresos de la clase baja y media de los países asiáticos (en particular China, India, Tailandia, Vietnam e Indonesia) y, por otro lado, una merma o estancamiento en los ingresos de la clase media y baja de los países desarrollados occidentales (en particular Europa y Estados Unidos). Además, la creciente mejora en la tecnología y la necesidad del aumento de la productividad para mejorar la competitividad en los mercados mundiales, tiene como consecuencia la precarización y destrucción de puestos de trabajo, principalmente aquellos ocupados por trabajadores menos calificados.
En lo que respecta a la política migratoria, producto de la inestabilidad, crisis y guerras, se ha producido un gran flujo de migrantes, quienes buscan seguridad y oportunidades en países desarrollados. De acuerdo al Informe del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), la cantidad de personas que buscan asilo fuera de país de origen aumentó un 70% entre 2011 y 2018, alcanzando 25,9 millones de personas.
A su vez, la crisis financiera de 2008 representa sin dudas una aceleración y profundización de las consecuencias de la globalización: el comienzo de una era de mayor incertidumbre. Luego de políticas fiscales y monetarias equívocas y altos niveles de desregulación financiera, se produce una crisis ante la cual los gobiernos no pueden hacer frente. La gran mayoría de los países del mundo presentan recesión económica y el libre mercado necesita de la intervención del Estado y, en algunos casos de crédito internacional, para que las economías locales no colapsen.
Discurso político
Hay un factor que se destaca sobre el perfil general de quienes votan a estos partidos y es que es casi imposible circunscribirlos a los criterios tradicionales como edad, sexo o clase social. Las ideas de las extremas derechas son transversales al empresariado, a los intelectuales, a los pensionados, a las clases obreras, al sector público, etc. Por otro lado, la globalización trajo consigo una “crisis de identidad” para aquellos quienes no logran adaptarse a las nuevas características del sistema. Por ejemplo, esto se observa en personas que dedicaron su vida entera a un trabajo, que fue reemplazado por la tecnología; personas muy arraigadas a los valores religiosos o conservadores, que se resisten a la diversidad cultural y a sociedades más abiertas; entre otros.
Ante esta desorientación, en la cual prevalece un descontento social y gran parte de la población no logra identificarse por la positiva con referentes, aparecen líderes políticos que canalizan dicha falta de identidad y el quiebre en las relaciones tradicionales en un enemigo común. Este enemigo podrá variar de acuerdo a la coyuntura de cada país, para Trump es el establishment; para Boris Johnson, la Unión Europea; para Bolsonaro, el populismo, pero la estrategia es la misma. En este escenario, la identidad comienza a construirse en base al odio y al rechazo. Hay dos elementos discursivos claves: por un lado, establecer una identidad común por la negativa, deja al libre albedrío la definición de a quienes sí representan estos referentes. Es decir, no importa qué son, importa qué no son, lo cual permite que una mayor parte de la población pueda sentirse identificada con estas corrientes, teniendo su propia interpretación de las mismas. Y, por otro lado, el trabajo de la oposición es aún más complejo, justamente porque no está claro a qué se oponen. Ante la pregunta al electorado sobre si le incomoda que su referente diga impunemente comentarios racistas, xenófobos, machistas o, simplemente, políticamente incorrectos, muchas veces la respuesta que se recibe es que no importa, mientras no sea su oponente quien consiga mantenerse el poder político.
Falla de las instituciones para atender las crecientes demandas sociales
La creciente globalización acota el margen de maniobra de la dirigencia política generando una crisis de representación en la población. Las instituciones tradicionales, tanto domésticas, como internacionales no cumplen las expectativas a la hora de atender las demandas sociales. De esta forma, surge un discurso conservador apelando a la memoria colectiva de tiempos pasados mejores, encabezados por líderes que en muchos casos no tienen largas carreras políticas.
En otro ámbito, la revolución de las redes sociales y las nuevas formas de acceder a la información, resultaron herramientas indispensables en la constitución de identidades y la difusión de tales narrativas. La explotación de información de las redes sociales de acuerdo a los intereses individuales, facilitaron la creación de narrativas focalizadas en diversos grupos sociales. Asimismo, el provecho de la idea de la posverdad y las fakes news en favor de una campaña política, fueron elementos claves en lo relativo a la manipulación del electorado.
Para cerrar
Se observa entonces: flujos de capitales transnacionalizados y la dificultad de regular y acotar la riqueza de acuerdo con las normas domésticas; una minoría cada vez más rica y poderosa; desplazamiento de poblaciones en busca de mejores condiciones de vida; redistribución de riqueza global que presenta a la clase media de los países desarrollados occidentales como los grandes perdedores y mejoras tecnológicas que reemplaza puestos de trabajo por tecnología y trasforma al mercado laboral en uno en el que cada vez más hay mayor competencia. Como resultado más alarmante, sobre todo en medio de una pandemia: el exceso de información desemboca en la viralización de teorías conspirativas y en la desconfianza total sobre cualquier cosa.
Lo de arriba es una híper-simplificación de lo que estamos atravesando. Son algunos puntos que me interesa resalta para empezar a pensar cómo podemos evitar nuevas catástrofes, si es que eso es posible.
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