LA REALIDAD COMO UNA NOVELA DE GARCÍA MÁRQUEZ
- Santiago Barneda
- 11 sept 2020
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 23 sept 2020
Desde la llegada del coronavirus, el tiempo parece haberse congelado en un estado de desconcierto e incertidumbre que nos deja perplejos. Es uno de aquellos hechos momentos que hace mella en cada una de nuestras actividades y relaciones, hegemonizando el sentido de la vida. Por otro lado, ha incluso forzado a quienes no suelen replantearse su cotidianeidad a hacerlo asiduamente. No solo por el tiempo a disposición, sino también debido al posible resquebrajamiento del mundo entero, la realidad nos empuja a todos los seres humanos a dibujar premonitoriamente un horizonte post confinamiento. ¿Es posible en una “juntada virtual” evitar alguna mención al coronavirus o soslayar el tema en una mesa dominical familiar? Por esta razón, una de las primeras novedades que trajo consigo el COVID es el boom del pensamiento, tanto a nivel personal como societal. Sin lugar a dudas, es una realidad que vislumbra grandes posibilidades, tanto que la suma de esas miles de individualidades pensantes atenta contra status quo anclados hace añares en el sentido común de la población. Algunos podrán enunciar que hizo falta tal fervor para empujar a las personas a cuestionar su estado personal y sus coordenadas. Tal es la lucha por el significado y las consecuencias del virus que el debate por su sentido hace florecer las teorías más equidistantes.
Diversos autores han realizado sus contribuciones en el terreno teórico a partir de estos tiempos anormales, intercambiando críticas, como los casos de los académicos Slavoj Zizek y Byung Chul Han, quienes definen resultados alternos a esta crisis. Mientras que el primero, hace énfasis en la persistencia de la lucha de clases al interior de sociedades todavía de índole industrial, el coreano intenta por otro lado, poniendo como ejemplo a estados asiáticos, entender cómo la tecnología es un arma que ha dado grandes resultados, pero al mismo tiempo atenta contra la concepción más liberal burguesa occidental. Se deriva, más allá de las diferencias entre ambos autores, que la pandemia ha movilizado los cimientos del sistema considerablemente, tanto a nivel personal, emocional, económico, geopolítico, en materia de salud, en lo que refiere a las relaciones sociales, al impulso del comercio digital, en la convivencia familiar, en el ámbito de la cooperación, el fortalecimiento de los estados, la regionalización, la desigualdad, el rol de la tecnología, el papel de la medicina y la ciencia, la importancia del higiene, así como muchos otros más elementos posibles de ser analizado en cuanto sus continuidades y rupturas. De más está decir que es un ambiente sumamente prolífico para los pensadores que con gusto analizan los pequeños cambios que tienen lugar en la sociedad a lo largo del tiempo. El problema radica en que, esas mismas modificaciones suelen darse escalonada y progresivamente, mientras que este caso puede ser considerado una revolución en el sentido más copernicano del término y del cual aún no tenemos certeza alguna. Por esta razón, resulta complejo y frágil determinar qué ha cambiado en nuestras vidas, ya que solo podremos saberlo cuando se hayan asentado esos cambios. Más allá de las alteraciones en la superestructura restará analizar en un futuro próximo si ese quiebre puede traducirse también en uno en la base económica y en las relaciones sociales de producción, haciendo uso de la teoría marxista, lo cual verdaderamente marcaría un antes y después en la historia.
A lo mejor la profecía a Ulrich Beck ha sido finalmente cumplida, en tanto que esa “fachada de prosperidad, consumo y brillo que enmascara un precipicio cercano” es precisamente lo que actualmente acontece mundialmente. A lo largo de los siglos, las grandes enfermedades han dado lugar a volantazos de poder geopolíticos, así como la Peste Negra significó el hundimiento del Imperio Mongol o las enfermedades españolas devastaron al Imperio Inkaico, quizá estemos viviendo una situación similar en el siglo XXI. Es desde esta perspectiva que apostamos a concebir el presente, más allá de sus implicancias más mundanas que trae aparejadas. A lo mejor, estas palabras serán devoradas por el devenir de los próximos meses en los cuales, también puede ser posible que todo continúe como antes, casi como si nada hubiese ocurrido. Esperemos que no sea así y la “historia no le dé la razón a esa gente negativa y escéptica, sino a la gente afirmativa, romántica, heroica, que pensó que son aptos para la libertad todos los pueblos que saben adquirirla”, como hermosamente describe Mariátegui.
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