DESPERTAR COLECTIVO
- Juan Martín Barneda
- 6 oct 2020
- 3 Min. de lectura
En temporada de contradicciones y alta volatilidad emocional, el cambio de paradigma que estaba en plena transición, se envalentonó debido a una situación sin precedentes, la cual sorprendió a un mundo que esperaba sentado las consecuencias de años de falta de acción y que terminó de poner en jaque a un sistema carente de argumentos para prometer un futuro de mayor bienestar para todxs.
Igualdad social, libertad y respeto, son el eje de una generación que se hace cargo de la cultura de la transición y que pide pista para protagonizar la lucha por el fortalecimiento de las bases necesarias en pos de construir un lugar mejor para aquellxs que habitamos este planeta.
Los cambios en las formas de relacionarse no deben implicar un desentendimiento de la empatía. El ponerse en el lugar del otro fue, es y será siempre la forma más sensata de acompañarnos en un mundo, que podemos metaforizar como una pileta, en donde nos ahogamos tragando montón de información. Culpar a esa sensación de ansiedad y al sistema, es en realidad un manotazo de ahogado con el cual intentamos no hacernos cargo de las decisiones que debemos tomar como sociedad.
En el mundo, 2.1 billones de personas carecen de acceso a servicios de agua potable, 4.5 billones de personas no cuentan con servicios de saneamiento gestionados de forma segura, 340 mil niños menores de cinco años mueren cada año por enfermedades diarreicas y se considera que la escasez de agua ya afecta a 4 de cada 10 personas a nivel global.
Asimismo, el 90% de los desastres naturales están relacionados con el agua y el 80% de las aguas residuales retornan al ecosistema sin ser tratadas. En un contexto como el que atravesamos hoy en día, el 40% de la población mundial no tiene en su hogar una instalación para higienizarse.
No nos confundamos y asumamos que la pandemia vino simplemente a dejar aún más expuesta la verdadera situación en la que ya nos encontrábamos, haciendo de la desigualdad el eje de análisis y catalizador de cambios profundos.
Esperar al último llamado de atención es algo a lo que lamentablemente nos hemos acostumbrado. La imperante desigualdad que late en cada lugar del mundo y el permanente abuso sobre los límites que nos ha puesto la naturaleza, son cuestiones a las que debemos desacostumbrarnos. Caso contrario, el resultado nos demostrará que nuestras actitudes de hoy serán absolutamente imperdonables el día de mañana.
El filósofo de la Universidad de Oxford Tony Ord explica que estamos en un momento único e irrepetible, en el que las decisiones que tomemos nos pueden dirigir en dos sentidos: la extinción o la subsistencia.
En su libro “El Precipicio” se refiere a que no sólo debemos apoyar aún más a la ciencia y la investigación, sino también acompañarlo con una política y cooperación mancomunada. Más allá de las incontables críticas que son dirigidas a la clase política y a las decisiones que se toman, encuentro una relación alarmante entre el comportamiento de los líderes que son elegidos por los pueblos y el de estos últimos, con respecto a la reflexión y el pensamiento sobre el futuro. La imprudencia adolescente a la que se refiere Ord, es un concepto que a criterio del que escribe esta nota, es el claro resultado de la hipocresía que nos atraviesa como sociedad.
Es momento de que como humanidad dejemos de creer que hay otro que se está haciendo cargo del problema.
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